Buscando una luna
LOMLOE (2020) - Ley Orgánica de Modificación de la LOE
El cambio de la legislación educativa siempre resulta polémico. Cada cuatro años, la educación vuelve a estar en vilo porque una simple decisión electoral puede cambiar el futuro de la institución. Todos los progresos que se han conseguido en favor de la inclusión, la diversidad, las metodologías activas y el cuidado del alumno para optimizar su proceso de enseñanza-aprendizaje pueden peligrar en cuestión de unas pocos meses, de lo que se tarde en redactar una nueva ley educativa. Cuestiones como la financiación en función de la titularidad del centro o la imposición de una religión dentro de un estado, de base, laico son temas que salen a debate cada periodo electoral.
La LOMLOE (2020) busca echar por tierra muchos de los preceptos establecidos por la LOMCE (2013) y retomar las ideas ya redactadas en la LOE (2006), revisándola y modificándola en favor de una mayor adaptación a las necesidades de la sociedad actual e implementando los últimos avances pedagógicos. En otras palabras, busca establecer un modelo educativo basado en competencias, donde el saber ya no sea solo un saber, tampoco un saber hacer, pero sí una intersección entre las dos: "un saber para saber hacer". Como esta entrada no persigue una finalidad descriptiva, voy a obviar la parte en la que comento todas y cada una de las competencias y voy a pasar a mi análisis personal de la ley en cuestión. No sin antes recordar que persigue una educación centrada en el alumno, con metodologías activas que fomenten la creación de situaciones reales de aprendizaje (ABP, gamificación, aula invertida...).
Considero que la LOMLOE es una ley muy necesaria en los tiempos que corren. A diferencia de lo que podría dictar el sentido común, cada vez hay más alumnos que recurren a la Educación Especial en centros no ordinarios y eso es una cuestión que el sistema educativo debería intentar evitar a toda costa porque no es más que un indicio de que algo no está yendo bien, de que no estamos consiguiendo satisfacer las demandas de los alumnos con necesidades específica de apoyo educativo (ANEAE), aun sabiendo que su inclusión en el aula ordinaria beneficia a todos los alumnos. En este sentido, un modelo de aprendizaje que se edifique en base a la diversidad inherente del aula y a la individualidad de cada persona es tremendamente importante. Del mismo modo, permite conectar los contenidos con su aplicación práctica fuera de la escuela a través de salidas y eventos varios. Sin embargo, encuentro aún muchos agujeros en su planteamiento y vengo a exponerlos en este artículo porque opino que una ley tan innovadora dentro de un entorno tan restrictivo pierde toda su credibilidad y eficacia. En otras palabras, no deja de ser más que un oasis en mitad del desierto, una falsa promesa que nunca va a ser cumplida y cuyo golpe de realidad puede ser mucho más fuerte si no se prepara al alumno para ello.
En primer lugar, evaluar competencias es mucho más complicado que valorar conocimientos específicos sobre temas concretos. Esto es evidente y pudiera no resultar un problema más que para el propio profesor o eso podría parecer. Sin embargo, el problema al que me refiero poco o nada tiene que ver con la dificultad de la evaluación, sino más bien con la credibilidad de esas calificaciones. Cuando a un alumno exige explicaciones acerca de su nota, es mucho más difícil de justificar o de explicarle en base a qué criterios ha sido evaluado porque puede incluso llegar a estar basada en valoraciones personales. Mucho más difícil se vuelve aún cuando el alumno pone su calificación en relación con la de alguno de sus compañeros y considera que, ni muchísimo menos, merece una nota inferior a la suya. En muchas ocasiones, va a ser difícil de contrargumentar porque la mayoría de conocimientos que se construyen se hace de manera colectiva, es decir, intentando insertar los progresos individuales dentro de una dinámica grupal que aprenda de sí misma. No obstante, el problema de verdad viene cuando quien se queja no es el alumno sino su padre o madre. De hecho, su decepción en base a esos criterios en caso de suspenso o mediocridad podría ser doble porque le estás diciendo indirecta, pero directamente, al alumno que "no vale", que las competencias que ha adquirido no sirven o que sus progresos valen menos, no solo que no se le dé bien una materia en concreto. Las consecuencias de tal discurso pueden ser terribles.
En relación a esto último, considero que la repetición de curso resulta totalmente contradictoria con el modelo que plantea la LOMLOE, en el sentido de que presenta al profesor como un guía emocional para los alumnos, como el adulto de referencia que ya no solo les debe guiar en su proceso de aprendizaje, sino que debe ser un motivador constante para ellos, orientar las sesiones en base a sus alumnos (cosa que no se está cumpliendo en caso de que algún alumno se quede descolgado) y sacar lo mejor que cada uno lleve dentro (equilicuá). Entonces, de alguna manera, les estamos diciendo que aquello que llevan dentro no es lo suficientemente válido o valioso. La figura del profesor resulta especialmente sensible cuando se cree en el derecho de decidir qué está bien y qué está mal cuando los criterios se vuelven tan difusos; un profesor no deja de tener la llave de la movilidad social en el sistema educativo que hemos creado y, en caso de querer perjudicar a un alumno en específico por cualquier motivo banal, tiene la capacidad y el riesgo enorme de provocarle secuelas irreversibles. Está más que demostrado que repetir no hace más que desmotivar al alumno y perpetuar todos esos discursos de inferioridad, tanto externos como externos, hacia el alumno, lo cual se presenta tajantemente en contra del precepto básico que debería guiar la actuación del maestro.
Otra cuestión que no termino de comprender es la importancia que se le da a la tecnología dentro de esta ley educativa, situándola como una de las ocho competencias clave que la conforman, cuando se ha prohibido cualquier tipo de dispositivo móvil en los centros educativos de escolaridad obligatoria. Es decir, se contempla como prioridad, pero se niegan las oportunidades que estos dispositivos puedan ofrecer. En lugar de entender que vivimos en un mundo totalmente interconectado e interdependiente, donde todo el conocimiento se encuentra en esa red de nodos de la que habla el conectivismo y de la que podemos obtener acceso a una cantidad prácticamente infinita de información, se opone tajantemente y opta por una prohibición contundente que inhabilita todas sus posibilidades. Lejos de buscar una regulación que favorezca un mejor control o una mejor vigilancia de los usos indebidos que pueden emanar de los mismos, se decide elegir la solución más fácil para erradicar el problema de base sin llegar a pensar en ningún momento en qué sería lo mejor para el alumno, restringiendo una vez más su libertad como si se tratase de un animal en cautiverio. ¿Es ese el trato que le queremos dar al futuro de nuestro país? No creo que ese autoritarismo sea coherente con los principios de la ley.
El tema que más me preocupa dentro dentro de todo este esquema es la escasez de recursos y la reducción de los presupuestos casi sistemática a la que se enfrenta la educación pública en la actualidad. Sin embargo, a quien más afecta esta carencia es a los ANEAE, a su capacidad de integración, inclusión y normalización dentro de los centros ordinarios. Esto es un problema que nos afecta a todos por igual porque una educación inclusiva nos beneficia a todos. Sin embargo, requiere de recursos y el futuro de todos esos alumnos con cualquier tipo de diversidad no puede depender del gobierno de turno o de lo bien que funcione la economía española en el cambio internacional en comparación con el resto de países. Además, esta ley exige un rol importante de las familias como principales mediadores de los alumnos entre la escuela y el hogar. No obstante, volvemos a lo mismo, muchas de las familias no van a disponer del tiempo o de los recursos necesarios para ejercer efectivamente esa implicación parental sobre los estudios de sus hijos. El mismo motivo podría ser aplicado para criticar la limitación de acceso a la formación del profesorado, cuando se supone que la ley busca mejorar todo el sistema educativo en su conjunto. Si privamos de oportunidades formativas al profesorado, estamos privando de oportunidades educativas a sus alumnos. En definitiva, lo que propone la LOMLOE está muy bien, pero requiere de un cambio de mentalidad, de estructura y, efectivamente, de financiación.
Por último, no podemos pretender instaurar un sistema educativo basado en metodologías activas, en la autogestión individual del aprendizaje y en una evaluación basada en competencias cuando el mismo alumno se va a tener que enfrentar a una prueba cuyo sistema es tremendamente competitivo, arcaico y puramente académico, en el sentido más tradicional de la palabra. Se dice que este es el curso del cambio y que las cosas van a ser diferentes a partir de ahora. No os voy a mentir, no estoy lo suficientemente bien informado, pero mi hermano (el cual se examina en cuestión de semanas) opina que no es más que puro palabreo y que aquello que les han vendido como algo absolutamente rompedor no va a distar mucho de lo que todos nosotros vivimos el año pasado. En cualquier caso, aunque algo cambiase, el sistema educativo al que se enfrentarían una vez superada dicha prueba, cuando llegasen a la universidad, sería igualmente tradicional, donde se sigue por la lección magistral como metodología por excelencia. Por lo tanto, ¿qué estamos cambiando? Se supone que si cambiamos las cosas es porque algo no funciona. ¿Acaso cuando llegamos a los 18 años nuestros esquemas cognitivos, de repente, pasan a funcionar como se creía que funcionaban en las escuelas victorianas? Está más que demostrado que el sistema educativo, como institución transmisora de conocimiento, es completamente ineficiente e ineficaz. Recuerdo un estudio que leí hace tiempo, que examinaba a estudiantes de todas las carreras sobre conocimientos básicos de las mismas al año de haberlas terminado y, en una prueba objetiva (tipo test) sobre 10 puntos, obtuvieron una calificación media de 2 puntos.
Por lo tanto, aún queda mucho camino por recorrer y de poco sirve que se nos permita modificar la estructura de las instancias más bajas de la educación cuando el acceso a estudios superiores viene siguiendo la lógica de toda la vida. Es como si nos dejasen "jugar". Nos ilusionan permitiéndonos cambiar las bases de las etapas más insignificantes, a ojos del sistema educativo, y, una vez consideran oportuno y necesario el ejercicio de su máxima potestad, enmudecen cualquier tipo de opinión que se oponga al sistema educativo tradicional. Es decir, cuando realmente se vuelve necesario que los conocimientos se hagan verdaderamente efectivos porque de esos alumnos va a depender el futuro de la sociedad, la opinión de los maestros pierde toda su credibilidad. ¿Por qué? Porque el sistema, por muy público que sea, está conformado de tal manera que se beneficie de su propia actividad. Como diría Jesús G. Maestro y siento terminar con una cita tan desalentadora: "la felicidad es lo que se promete a los tontos".
He de decir que me veo peligrosamente atraído hacia posturas muy críticas con el sistema educativo y es una cosa que me preocupa seriamente debido a la carrera que nos atañe. A pesar de que hayamos estudiado los argumentos que rebaten dichas opiniones, no puedo dejar de buscar la raíz de la cual emanan todas esas posturas disruptivas. Al igual que mis pensamientos, considero que la LOMLOE sigue llena de contradicciones. Pretende actuar como si todo lo que se propone pudiera convertirse en una ley universal (Kant), pero ningún viento favorece a quien no sepa de dónde viene (Schopenhauer). Es cierto que hasta un reloj estropeado da la hora dos veces al día, pero que existan excepciones que parezcan negar esa reproducción social, no debemos caer en la falacia de la meritocracia, ni muchísimo menos debemos jugar con la atención a la diversidad, que no he hecho más que ser un Guadiana en la historia reciente de la educación.
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