Desarraigo / Locura transitoria

MODERNIDAD LÍQUIDA / SOCIEDAD DEL CANSANCIO - Zygmund Bauman y Byung-Chul Han

Son tiempos duros para labrarse un futuro. Vivimos en una sociedad en la que hemos perdido los referentes estables. El individuo moderno es más libre, sí, pero está significativamente más agotado, menos protegido y, en definitiva, más solo. El trabajo ya no es estable, el matrimonio ya no es para toda la vida, las identidades son etiquetas pasajeras. En la modernidad, todo se vuelve flexible, efímero y está sometido a una constante transformación .Así nos los explica Zygmund Bauman con el concepto de "modernidad líquida".

Estamos hartos y es normal, pero no es coherente que lo estemos incluso antes de emprender esta aventura. Evidentemente, es normal que esté preocupado por lo que haré una vez que termine la carrera. Sin embargo, no tiene ningún sentido que esa preocupación conste de un miedo mayor que el examen que tengo mañana, hasta tal punto que el miedo al fracaso y a la miseria futura me haga no rendir en el aquí y ahora. Es la realidad que nos ha tocado vivir. Antes nos decían "estudia lo que te apasione", luego el discurso cambio a "estudia aquello en lo que vayas a ser bueno" y ahora... "Estudia algo que tenga salidas". Es decir, limítate a ser mediocre en un empleo que vas a aborrecer con tal de embolsarte cuatro monedas más a final de mes, no esperes dejar de ser parte de la clase dominada, pero así por lo menos llegarás a final de mes. ¿En qué mundo vivimos? Enserio. ¿En qué mundo estamos viviendo? 

¿Cómo es posible que cada vez se nos exija más, pero que a la vez cada vez podamos aspirar a menos? A menos estabilidad, a menos patrimonio, a menos felicidad, a menos vida. Una vida dedicada íntegramente a la producción y a la productividad. Si nos viesen los romanos... Lo peor de todo es que este tener que vivir el día a día nos limita mucho más de lo que pensamos. Los estudios afirman que, a mayor preocupación por el presente (llamémoslo futuro próximo), menor es la capacidad de proyectarse a uno mismo en el futuro. Es decir, la gente abandona lo antes posible el sistema educativo para incorporarse a la vida laboral, para venderse a la rueda productiva. Hemos fracasado como país. Es una terrible realidad. Tanto es así que esto nos ha conducido a una percepción alterada de nuestra identidad, pues llegamos a percibirnos a nosotros mismos en relación al desempeño que tenemos dentro de este sistema. Ya poco importan tus gustos, la música que escuchas, las películas que ves, cómo saludas a los perros, cómo hablas a los camareros, si le sujetas la puerta a las señoras, si le das los "buenos días" al conductor del autobús. No, tú eres médico y tu valor como persona depende de a cuántas personas has conseguido curar. No, tú eres abogado y tu valor como persona recae en cuántas condenas has conseguido evitar. No, tú eres profesor y tu valor como persona recae en cuántas personas has conseguido... ¿adaptar? En fin, la crítica al sistema educativo no procede en esta entrada.

Estamos en tiempos raros. El cansancio nos consume. Byung-Chul Han nos lo explica con su concepto de la "sociedad del cansancio", una sociedad que ya no nos moldea a través de la prohibición, la norma y la vigilancia, sino que nos dice "puedes hacerlo todo". Ya no somos sujetos obedientes, sino máquinas de rendimiento. Es decir, interiorizamos las exigencias sociales de éxito, productividad y optimización como si fuesen deberes morales. Es tomar la ansiedad, el burnout y la fatiga crónica como estilo de vida. Son patologías propias de un sistema que empuja al individuo a exigirse sin límites. Entonces, el problema ya no es que alguien nos oprima, sino que somos nosotros quienes lo hacemos en nombre de la libertad, la eficiencia y el logro personal. Una sociedad que rechaza el silencio, la lentitud, la contemplación. Todo debe ser útil, visible, cuantificable. Lo que no produce un resultado inmediato y observable pierde valor. Por lo tanto, desaparecen los descansos de todo tipo, aquellos que nos ofrecen salud mental y espiritual. La gente renuncia a ver una película de Bergman o de Tarkovsky con tal de ver una de Michael Bay.

Y es que no, no hay descansos. Utilizamos nuestros "descansos" para seguir consumiendo información, información y más información. Y sí, todavía se nos pide que seamos críticos con esa información que nos inyectamos en esos momentos en los que intentamos "descansar" la mente. No existe un descanso real y eso es un problema que vamos a observar sus consecuencias cuando ya sea demasiado tarde para evitarlas y nos castigaremos por ello cuando nuestros malos hábitos no solo nos atañan a nosotros, sino que también a nuestros propios hijos. La sobreestimulación nos transforma, incluso en la manera que tratamos al resto de personas que nos rodean y en tanto que modifica la manera en la que percibimos la realidad. De alguna forma, intentamos ser productivos incluso en nuestros descansos. Para 30 minutos que paso al día en el autobús y, en lugar de descansar, siento la necesidad de tener que estar aprendiendo chino, ruso, alemán y francés en Duolingo. Porque además sí, siempre es en el móvil, nunca me puedo llevar el diccionario de español-francés, español-alemán o español-italiano que tengo en mi casa. 

La vida se vuelve cada vez menos apreciable y mucho más virtual. Conocemos a los álbumes de fotos de las personas antes que a las propias personas. ¿Cómo nos van a pedir que no nos comparemos? Hemos llevado el consumismo hasta tal extremo que ya no solo consumimos información por un tubo, consumimos cuerpo. Sí, cuerpos. Es la absoluta mercantilización del todo, incluso del deseo o de la intimidad. Nos hemos convertido en objetos de consumo estético, sexual, emocional y económico. Desarrollo más esta idea. Actualmente, deslizamos las imágenes de las personas como si fuesen ítems de un catálogo, como si fuese la mercancía disponible, juzgada por su estética, su forma, su juventud, su estilo... Se elige, se prueba, se descarta. Se consume el encuentro, el momento, el placer estético puntual y luego se sigue con otro cuerpo. De igual forma, las relaciones afectivas y sexuales, en lugar de construirse con el tiempo, se fragmentan en experiencias inmediatas y consumibles. Se expone el cuerpo como "capital visual" y llega hasta tal punto que hay personas que viven de su cuerpo. No hablo de personas que se dedican a la pornografía, hablo de influencers que utilizan su atractivo como símbolo de éxito, en eso se está convirtiendo nuestra imagen. 

Definitivamente, esta sociedad hiperconsumista o del cansancio nos afecta en aspectos inimaginables de nuestras vidas y este es uno de los más graves, la deshumanización de los cuerpos humanos, el perder de vista todo lo que hay detrás de un cuerpo o una cara bonita. ¿Qué valor tiene eso en esta sociedad? Lamentablemente, poco. ¿Cuántos de nosotros no habremos conocido a personas despampanantes por las que literalmente hubiésemos dado la vida hasta que le escuchamos abrir la boca y vimos que un zapato tenía más pensamientos más propios que ella? En fin, dejemos las experiencias traumáticas aparte. La presión de la "sociedad del cansancio" ha llegado incluso hasta nuestra apariencia física y eso ha generado una ansiedad corporal, una presión por estar "mostrable", "deseable" o "rentable" que me parece repugnante y no hace más que perpetuar un sistema lleno de relaciones superficiales donde, si el cuerpo no es más que un bien de consumo, las relaciones se vuelven descartables y transaccionales. Y por si fuese poco, solo ciertos cuerpos son celebrados; desprestigiando a los pobres, a los viejos, a los discapacitados, a los racializados...

Son tiempos difíciles, reitero. Es cierto que quizás las explicaciones de estos autores pequen de un exceso de nostalgia por un pasado que realmente habría que analizar si fue tan estable como se cuenta, pero definitivamente son visiones muy pesimistas del mundo que nos rodea. Además, entre tanta crítica, no aportan ninguna propuesta transformadora y su reduccionismo peca de universalizar la experiencia occidental, pero es el mundo que nos ha tocado habitar. Yo tampoco soy capaz de aportar una solución porque probablemente no la haya, más allá de intentar evitar todas las cosas que han sido criticadas en esta entrada. Por lo pronto, os diré una frase que llevo siempre por bandera y es "questo mondo no mi renderà cattivo" (este mundo no me hará mala persona). 

Luchemos contra el cansancio, pero intentemos reservar fuerzas para descansar.



Comentarios

  1. wow, me parece interesante la forma en la que te expresas, mostrando realmente tu opinión de la sociedad y siendo capaz de relacionarlo todo con las teorías.

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