Mi espíritu imperecedero
LAS COMUNIDADES DE PRÁCTICA - Jane Lave y Étienne Wenger
A lo largo de mi vida, he tenido la grandísima suerte de pertenecer a varias comunidades de práctica y puedo afirmar con total seguridad que es la manera más efectiva de construir conocimientos y habilidades, a través de la interacción social, en un entorno participativo y con el sentimiento de pertenencia a algo más grande, con la aspiración de llegar a construir conocimiento juntos y optimizar nuestras posibilidades los unos a los otros. En esta entrada del blog, voy a presentar mis comunidades de práctica. Cabe destacar que no voy a hablar de mi familia, mis compañeros de clase y demás grupos por el estilo porque, si bien son comunidades de prácticas, todos nosotros hemos gozado de ellos y nos han influido de una manera más o menos similar, de modo que busco un enfoque algo más personal en esta entrada de mi diario.
La primera comunidad de práctica a la que yo recuerdo pertenecer fue a la música. Quizás no a la música en general porque difícilmente podría ser considerada una comunidad como tal de tan amplia que resulta. Podría acotarlo a mi escuela de música, a la orquesta municipal o, más aún, a mi agrupación de violines. Me quedaré con esta última para desarrollar mi punto. El caso es que llevaba desde los 5 años tocando el violín con el mismo grupo de personas y digo llevaba porque ya hace un par de años que decidimos separar nuestros caminos. Sin embargo, se dio una situación muy curiosa y es que esas 6 personas que, de primeras, ni siquiera nos conocíamos y tan solo compartíamos instrumento y año de nacimiento, terminamos destacando por encima de cualquier otra generación de la escuela. Habíamos creado un grupo tan fuerte, desde tan temprana edad y que funcionaba tan bien, que todos nos hacíamos mejores a todos. De manera que, según iban pasando los años, el resto de generaciones (previas y posteriores a nosotros en promoción) terminaban disolviéndose, desenganchándose e incluso abandonando el instrumento; precisamente por eso, porque no habían encontrado una comunidad que le respaldase y le motivase a seguir. Por suerte, yo sí que la encontré y fuimos capaces de, colectivamente, ir accediendo a estancias mayores, donde se suponía que no debíamos estar, pero que, a base de "observación y realización de tareas menores" (como dirían Jane Lave y Étienne Wenger), nuestra participación empezó a percibirse como legítima, como válida para ese nuevo grupo, para esa nueva comunidad de práctica que terminaría absorbiendo a aquella que ya habíamos creado. A medida que fuimos ganando experiencia, se nos fueron asignando obras cada más más complicadas y, gracias a nuestro trabajo y desempeño, logramos ir escalando hasta obtener un rol más central dentro de la orquesta. Es un caso extraño porque fue un proceso individual, pero colectivo, donde estas 6 personas transitamos por ese mismo proceso de manera simultánea hasta alcanzar un dominio (individual, pero de nuevo colectivo). Tanto fue así que terminé haciéndome con el liderato de la orquesta a mis 16 años, llegando a ocupar la posición más prestigiada de la misma, la del violín principal (aquel al que debe seguir toda la orquesta, figura inmediatamente inferior al director), más conocido como el concertino.
En segundo lugar, hay una comunidad de práctica a la que pertenezco desde hace no tanto tiempo, pero que ha significado muchísimo para mí y es el mundo del Beatbox, concretamente la comunidad madrileña de Beatbox: Madrizbeats. Al fin y al cabo, nace de una habilidad muy específica que unas pocas personas, socialmente percibidas como frikis, decidimos intentar aprender de manera autónoma, por nuestra cuenta, sin saber que detrás de ella encontraríamos a gran comunidad que nos respalde. Es un caso muy particular porque nace de una habilidad que todo el mundo conoce y sabe que podría ser capaz de hacer, pero que muy pocos se han tomado el tiempo y la dedicación de desarrollarla. Cuando descubrí esa comunidad, me sentía tal y como Jane Lave y Étienne Wenger describen en su obra, como un principiante absoluto. De pronto, tu podías ser el mayor experto dentro de tu colegio, de tu barrio o de tu ciudad... pero ahí eras un don nadie y tenías que esforzarte por hacerte tu propio nombre (de nuevo). Sin embargo, por suerte, se trata de una comunidad tremendamente receptiva a estos nuevos integrantes porque todos son conscientes de la cantidad de días, meses o incluso años que lleva perfeccionar los sonidos, técnicas y patrones que utilizamos, por lo que vemos en ese "chavalín" nuestro propio reflejo de cuando empezamos en el mundillo. Además, como bien afirman las autoras, estos nuevos integrantes son vistos como oportunidades de construir conocimientos nuevos juntos. Es decir, de la misma forma que los más experimentados nos vemos en el deber moral de "prestar ayuda" a los principiantes, llegará un momento en que esos principiantes nos puedan enseñar algo de valor que no éramos capaces de hacer previamente o no nos habíamos dado cuenta de que podíamos hacer, ejerciendo una formación bidireccional y mutuamente beneficiosa para ambos integrantes de la comunidad. De esta forma. la comunidad crece y tiende a una comunidad de práctica mucho mayor, la comunidad nacional: Spanish Beatbox. De este modo, el grupo se va consolidando, se va refinando y se va enriqueciendo con la experiencia colectiva, creando unas rutinas, un vocabulario, unas herramientas y modo de actuar propio de nuestra comunidad de práctica, lo cual nos conforma como tal de manera semi-formal.
En tercer lugar, hay una comunidad de práctica a la que llevo perteneciendo toda mi vida, pero que ha ido cambiando de forma significativamente con el paso del tiempo y ahora os explicaré el por qué. Me refiero al baloncesto y sí, hablo de baloncesto en general porque nunca he formado parte de ningún equipo. Desde pequeño, mis padres me venían apuntando a diferentes deportes individuales, pero siempre tuve la barrera de que se negaban a inscribirme a cualquier deporte colectivo debido al compromiso y la falta de disponibilidad que, por aquel entonces, tenían los fines de semana. Por lo tanto, yo bajaba al parque y jugaba al baloncesto con mis amigos de toda la vida. Sin embargo, yo era plenamente consciente de que ahí se daba una relación asimétrica, pues el baloncesto siempre había sido una de mis pasiones y, para ellos, no era más que una forma de pasar el rato. Al fin y al cabo, si realmente les hubiese apasionado, hubiesen estado en algún equipo. Por lo tanto, siempre se daba la misma situación, que esas personas dejaban de querer jugar conmigo por la diferencia de nivel cada vez más notoria que había conforme pasaba el tiempo. Llegué al instituto y conocí a unas personas a las que les gustaba el baloncesto. Jugábamos en los recreos e incluso nos apuntamos a la extraescolar del deporte que ofertaba nuestro instituto. Sin embargo, carecía de cualquier tipo de seriedad o competitividad. Además, por mucho que fuese una experiencia compartida, de colaboración genuina y en la que no nos uniese nada más que el hobby en cuestión, la relación terminó de la misma forma, por una diferencia significativa de nivel, que invalidaba cualquier tipo de actividad colectiva. De nuevo, si hubiesen estado dispuestos a progresar, estarían apuntados a un equipo "de verdad". Sin embargo, hace un par de años llegué a la universidad y, por fin, encontré mi lugar. El equipo de baloncesto de la facultad de Ciencias Políticas me abrió sus puertas después de que pasara exitosamente las pruebas de selección y conseguí encontrar un grupo de personas notablemente mejores que yo, de las que tuve la oportunidad de aprender muchísimas cosas durante esos dos años y dentro de la cual conseguí "convertirme en alguien" para la comunidad, un proceso que no solo cambia la percepción que los demás tienen de ti, sino que altera la tuya propia. Este año, con el cambio de carrera, intenté infiltrarme en el equipo de la facultad de Educación. Sin embargo, significaba un paso más allá porque se trata de un equipo que está en primera división universitaria, una categoría donde ya solo juegan los mejores jugadores de las mejores categorías inferiores de los mejores equipos de España y donde, sinceramente, me he visto tremendamente sobrepasado. Por lo tanto, podríamos decir que he tenido la oportunidad de formar parte de una misma comunidad de práctica, siendo ésta muchas diferentes, puesto que lo único que he hecho ha sido ir escalando en nivel, expectativas e importancia.
Por último, os voy a hablar de mi mayor pasión: el cine. La comunidad de práctica en cuestión es un grupo de desconocidos (al igual que me ocurrió con el Beatbox), al cual conocí por un grupo de Discord en 2020. El caso es que hubo un influencer que se dedicaba a divulgar contenido sobre cine que se propuso juntar a gente de una misma zona que compartiese el amor por el séptimo arte. Recuerdo votar en aquella encuesta casi "de broma". Sin embargo, nunca me hubiese podido imaginar que descubriría una comunidad de personas súper interesantes y con muchísimo conocimiento que aportarme. Tanto fue así que llegó la hora de "decidir mi futuro" y estuve al borde de escoger cualquier tipo de estudios relacionado con el cine. Por suerte, tuve la oportunidad de grabar una serie de cortos con mis amigos que, actualmente, cursan estudios por el estilo, y descubrí el tedio que suponían los días de rodaje, recordando así que mi pasión siempre fue y siempre iba a ser la docencia.
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